El kiosco de la Plaza de Milla

El Fútbol en Cuentos

 

El kiosco de la Plaza de Milla.- Dicen que el primer amor nunca se olvida, que cuando pisas un estadio la primera vez tampoco. Tantas cosas que sí le atañen el título de “la primera vez” inmediatamente significa algo especial. Salí de la escuela ese viernes y vi colgado en un alambre, que cada mañana una morenita muy amable extendía en el kiosco de la Plaza de Milla, el diario El Vigilante, el decano de la prensa merideña con el titular “Estudiantes recibe a Monagas SC”.

Podría decir la hora aproximada con una ecuación muy sencilla. Sí mi clase terminaba a las 12:00 y yo no era de esos que se iba a la plaza como Ronald o Jhoan, lo más seguro es que 5 minutos luego de la salida, estuviera pasando por la venta de periódicos. También pudiera inferir el día exacto del juego buscando el calendario del año en cuestión, lo cual me costaría algunas horas, pero seguro que, con una llamada a Damián, sí el hijo del exjugador Cloquell y que por años ha recopilado hasta los síntomas de la gripe de cada jugador, encontraría la fecha.

El kiosco de la Plaza de MillaPero juguemos con la imaginación, que no es otra cosa que una forma real de vivir. Pudiera ser cualquier año, pero fue la primera vez, y aquí viene otro momento especial, que supe del equipo oriental. Dos días después fui testigo de la goleada 4 a 0 de Estudiantes de Mérida sobre Monagas con dos goles de William Ruiz y dos de Omar Barbosa.

Ese Kiosco callejero lo recuerdo blanco y rojo, no por los colores eternos del equipo merideño, sino porque representaba la imagen de la cigarrera estadounidense Marlboro, que también la recuerdo porque en los cines de la época y, que hoy en día luchan por sobrevivir, promocionaban sus productos ambientados en el lejano oeste, con caballos pura sangre y sogas volando.

Aún recuerdo que vibraban las sillas y el piso de las salas del cine con el cabalgar de las bestias y su pelaje marrón. Recuerdo también el bramar de los animales, un tipo encendiendo un cigarro en los paisajes del estado de Nevada, una música retadora de fondo y una voz aguda que nos vendía sin que pudiéramos oponer resistencia “Venga al mundo Malboro”. Eso, más las cotufas, pagaban la entrada.

Este episodio y otros me hacen merecedor de un Oscar como la Memoria del año, que por virtud o por defecto, gozo, he gozado y espero seguir gozando por los siglos de los siglos. Pero la memoria nos juega a favor y en contra, en posición o como decíamos en mi pueblo, en Orsai o fuera de lugar. Cuando vi el resumen del juego entre ambos equipos anoche, que con cierto sacrificio ganó Estudiantes dos a uno, no pude pasar por debajo aquel suceso infantil y escolar.

Cristián Rivas que abrió el marcador me hizo recordar con ese gol que esto no es para cobardes. De que, desde su posición, destejió las líneas rivales para cabalgar al estilo Marlboro y encontrar entre piernas y cuerpos esparcidos, quizá con el esquema defensivo alterado, un espacio que desafió la gravedad y la intención genuina del arquero rival.

Luego nos empataron con un penal que a veces agradezco porque esos partidos uno a cero, deja un hilo de esperanza al rival que a veces consuma irreversiblemente en los minutos finales. Ante la necesidad y el deseo de la victoria, un penalti convertido por el argentino Elías Alderete puso cifras parciales y definitivas para obtener la victoria al hilo.

Sandy, aquel amigo que le encomendó el equipo al niño Jesús antes de Navidad y, que fue increpado severamente por su abuela porque “no se le reza al que no ha nacido”, disfruta como tantos otros este momento y le sigue rezando por la fortaleza mental de los jugadores que lo demuestran partido a partido. Yo me conformo con recordar el olor a Marlboro sin probar, el Kiosco abierto a mediodía, el cine vibrando con el cabalgar de los caballos, el equipo invicto en el tope de la tabla de posiciones, el diario El Vigilante ondeando el alambre como asta de bandera y Ronald o Jhoan siendo arrastrados de las orejas con los gritos de su madre. El kiosco de la Plaza de Milla…

 

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